DE ESCRITOR A GUIONISTA DE CÓMIC

En los años cincuenta surge en Argentina un artífice del cómic destinado a la genialidad.
Se trata de Héctor Germán Oesterheld, un joven artista de ascendencia alemana que fraguó su vocación de escritor literario y guionista de comics con la lectura de los clásicos de la literatura de aventuras y ciencia ficción. Había publicado sus primeras obras en los años cuarenta, y a comienzos de los cincuenta empezó a trabajar con Hugo Pratt, otro autor fundamental del medio argentino, desarrollando historias juveniles muy novedosas para la época.
Y cuando en 1957 Oesterheld lanza en colaboración con su hermano la revista Hora Cero, dedicada a la ciencia ficción, surge en sus páginas la que sería su obra más importante: El Eternauta.
Con los dibujos de Francisco Solano López, la serie se completa en dos años y en su arranque, el propio Oesterheld viene a ser el protagonista, recibiendo la visita en su estudio de Juan Salvo, un viajero temporal que le relata la invasión alienígena que el mundo iba a sufrir pocos años después. Todo empieza con una nevada descomunal en las calles de Buenos Aires.

La historia cumple con los cánones de la tradición literaria de la ciencia ficción de su tiempo y Oesterheld sabe dar a sus personajes una dimensión humana poco común en esa época.
Y dado que la acción transcurre en la propia Argentina, El Eternauta logra un impacto increíble, al punto de convertirse en la serie más importante del cómic argentino.
En 1969 realizó un remake de la serie, esta vez con el dibujante Alberto Breccia, y una segunda parte en 1976, regresando a la mancuerna del inicio con Solano López. En esta segunda parte se advertía un trasfondo político muy obvio, dado el posicionamiento ideológico de Oesterheld, en oposición a la dictadura militar de Videla, iniciada el año anterior.

POSICIONAMIENTO POLÍTICO
La obra más temprana de Oesterheld, en la década de 1950 y principios de los sesenta, contiene sutiles críticas al capitalismo, el colonialismo y el imperialismo, y en los setenta su compromiso político aumenta y su ideología se vuelve más fácilmente reconocible al realizar junto a Alberto y Enrique Breccia, una biografía en historieta sobre el Che Guevara, Vida del Che, publicada en 1968. Dicha obra fue secuestrada y destruida por los censores de la dictadura cívico-militar que gobernaba entonces.
No obstante, comprometido con la democracia, Oesterheld pasó a la lucha clandestina en 1977, junto con sus cuatro hijas, todas ellas secuestradas y asesinadas por el régimen. El propio artista fue desaparecido ese mismo año y sus restos nunca se encontraron. Su muerte incógnita lo convirtió en un símbolo de la lucha contra la dictadura, como lo es también de la historieta argentina.

Cabe señalar, además, que los guiones magistrales de H. G. Oesterheld tuvieron la virtud de hacer despuntar el arte de Alberto Breccia, apodado El Viejo, quien fue uno de sus más cercanos colaboradores. Juntos realizaron Sherlock Time y Mort Cinder — ésta ya en los sesenta—, una obra de ciencia ficción que les valió a ambos el reconocimiento en el mercado europeo.
Breccia nació en Uruguay en 1919 y contaba apenas con tres años cuando su familia se trasladó a la Argentina. De joven trabajó varios años en un matadero y al llegar a su casa por las noches, dibujaba sin parar. Más tarde consiguió sus primeros trabajos en tiras en prensa y colaboraciones en revistas infantiles.

Entre las principales virtudes de El Viejo se pueden destacar su gran sensibilidad expresionista, influida por las artes plásticas, y un dominio total de la mancha y la pincelada, así como un espíritu inquieto, inclinado a la experimentación, eminentes cualidades que lo convertirían en un referente de su generación. La conjunció
El legado de Oesterheld es amplio: es uno de los artistas de trayectoria más extensa de la historieta argentina, su influencia se extiende a artistas de nuevas generaciones y diversos medios, y es considerado informalmente como uno de los «padres» de la historieta argentina moderna o de épocas posteriores a la suya propia. Siempre será recordado como un genio del cómic, a quien sólo la fatalidad, encarnada en los enemigos de la libertad, pudo cortarle las alas.