Fiebre del cómic

La fiebre del cómic en Italia y España

Continuando con esta reseña del cómic en sus orígenes, en paralelo con el despunte del novedoso arte en el mercado franco-belga, en otros países europeos no tardan en aparecer comics de amplia distribución y pronto se vuelven muy populares, gracias a la creciente fiebre que despertó el cómic en el mundo entero.

EL «FUMETTI» INVADE ITALIA

Italia fue uno de los países en los que el tebeo causó un gran impacto, y es bautizado en su idioma como “fumetti”, en alusión a los globos de texto.

Así, en el transcurso de los años treinta, el mercado pronto se vio inundado por una gran cantidad de cómics, en su mayoría en formato de cuadernillo apaisado, cuyas historias imitaban los comics estadounidenses de aventuras o de temas policíacos. Predominaban, sin embargo, las traducciones de comic-books y tiras de prensa procedentes de Norteamérica.

Pero ocurre que, en 1938, en pleno auge de la fiebre del cómic en el país italiano, sobreviene un golpe bajo para la naciente industria por parte del régimen fascista al prohibir la importación de estos productos. Entonces las editoriales deben tomar medidas drásticas para seguir subsistiendo.

Es en ese entorno que la serie Dick Fulmine, creada por Vincenzo Baggioli y Carlos Cossio y protagonizada por un policía actuando al margen de la ley, alcanza su máxima popularidad. Es tal el éxito del personaje, que el Ministerio de Cultura Popular del régimen ordena modificar las características físicas del héroe para ajustarlas al ideal fascista.

La exitosa editorial Bonelli

Los cómics más importantes en ese periodo de transición son los de la editorial Bonelli, fundada en 1941 por Gian Luigi Bonelli con el nombre de Edizioni Audace. Su primer gran éxito ocurre en 1948 con Collana del Tex, un western inspirado en las películas estadounidenses de la época.

Creada por el propio Bonelli y el ilustrador Aurelio Galleppini, el éxito de la serie fue creciendo poco a poco, hasta el punto de convertirse en una institución en Italia y llegar a ser, al paso del tiempo, objeto de exposiciones, estudios y celebraciones de aniversario.

La serie original sigue publicándose en la actualidad y existen álbumes de cromos, muñecos y una línea de ropa inspirada en Tex, el personaje principal. En 1985 se hizo una película de acción real. Las andanzas del pistolero de camisa amarilla han sido escritas y dibujadas por innumerables autores, incluidos varios españoles, como José Ortiz, Antonio Segura y Alfonso Font. Deben su éxito a la trágica historia de su vida y a la acertada mezcla de acontecimientos y personajes históricos con otros ficticios, incluyendo elementos sobrenaturales.

Al paso del tiempo la editorial se expande, abarcando tebeos del oeste y de aventuras y líneas editoriales diversas. Entrados ya en los ochenta surgen series de géneros diferentes, principalmente de ciencia ficción y terror, que cosechan gran éxito y siguen publicándose durante muchas décadas. Tal es el caso de Martin Mystère, creada en 1982 por el guionista Alfredo Castello y el dibujante Giancarlo Alessandrini, o Dylan Dog, una serie debida al guionista Tiziano Sclavi.

El modelo editorial de Bonelli perduró después de la muerte de su fundador en 2001 y de su hijo Sergio en 2011, y hoy en día se ha consolidado como el dominador del cómic italiano, manteniéndose en la línea del tebeo popular, barato y de grandes tiradas, apoyado en personajes carismáticos y géneros clásicos.

EL TEBEO DE POSGUERRA EN ESPAÑA

En tanto en España, una vez vuelta la calma al país tras la Guerra Civil, el tebeo resurge con fuerza para vivir una época de gran esplendor, aunque sin poder competir todavía con el glamour del mercado franco-belga.

El panorama se antojaba muy alentador, dada la creciente demanda y el paulatino fortalecimiento de las empresas ofertantes. Bruguera se había convertido en un gigante editorial (tanto de tebeos como de literatura popular) y la Editorial Valenciana empezaba a erigirse como su más fuerte competidor; surgían además una serie de editoriales más pequeñas, imitando su modelo y luchando por abrirse camino en el gusto del público.

Esto se explica en el hecho de que se vivía una época sin televisión, en la cual, tras el impacto del conflicto armado, la sociedad española tenía necesidad de un entretenimiento evasivo y barato; por ello, las ventas de revistas alcanzaban centenares de miles cada mes. Y, por otra parte, la producción resultaba sumamente barata debido a que Bruguera contaba con una inmensa plantilla de dibujantes y escritores mal pagados. Los derechos de autor casi no existían y las creaciones originales, una vez entregadas, eran modificadas a contento y reutilizadas muchas veces, sin que, por supuesto, se les volviera a remunerar por ello.

Así se consolidaron dos modelos de revista, vinculados cada uno a un formato muy característico: la revista de humor y el cuadernillo de aventuras.

La revista de humor

En este tipo de revistas prevalecía el TBO, dotado de un humor blanco, inofensivo, y contando con excelentes artistas, como Josep Coll I Coll, uno de los grandes genios del tebeo español, famoso por sus brillantes chistes mudos.

Por su parte, Valenciana, editorial nacida en 1932, se dedicaba al folletín de derribo, y en los cuarenta orientó su actividad al tebeo con Jaimito (1944), su serie más famosa. Uno de sus autores humorísticos más importantes fue José Sanchis, el creador de Pumby y Robín Robot.

Hablando particularmente de Bruguera, editorial que alcanzó una gran influencia y llegó a dominar el mercado de la revista infantil, su tipo de humor característico – mucho más ácido que el de Jaimito o TBO – fue conocido como “Escuela Bruguera”. Incluía cierta dosis de violencia visual y una crítica subterránea a las instituciones y a los cimientos de la sociedad española, especialmente a la familia. Si bien, no se comprometió con críticas directas al franquismo, sí llegó a hacer pequeñas burlas sobre figuras de autoridad como el padre, los políticos o la policía.

Los «cinco grandes» de Bruguera

El modelo Bruguera conquistó el mercado de todos modos y su éxito fue incuestionable. Tuvieron mucho qué ver en ello los considerados “cinco grandes”: Josep Escobar, creador de Carpanta, Zipi y Zape y Petra, criada para todo; Guillermo Cifré, autor de Don Césped y El repórter Tribulete; José Peñarroya, dibujante de Gordito Relleno; Eugenio Giner, padre del Inspector Dan —en este caso un cuaderno de aventuras—, y Carlos Conti, especializado en chistes sin personajes recurrentes.

Estos cinco dibujantes de éxito probado intentaron en 1957 fundar su propia revista, Tío Vivo, orientada a un público más adulto, y dejando de lado los personajes que, siendo de su creación, eran propiedad de Bruguera. Pero la maquinaria editorial marginó su revista en los quioscos y regresaron un año más tarde, con excepción de Giner.

Otro puntal en Bruguera lo fue Manuel Vázquez. Para muchos, es el mejor autor humorístico que ha dado España. Iniciando su trabajo en 1947, creó personajes tan conocidos como Las hermanas Gilda, La familia Cebolleta o, más adelante, Anacleto, agente secreto. Su increíble imaginación y capacidad, tanto para el humor crítico como para el absurdo, contrastaban con su falta de disciplina en la vida real. Se decía de él que era un golfo, alardeando siempre de los sablazos que daba, de no pagar nunca ninguna cuenta y de trabajar lo menos posible. Padre de once hijos, sus acreedores lo perseguían por toda Barcelona, y era capaz incluso de fingir la muerte de su ser más querido para conseguir un adelanto en Bruguera.

Si a pesar de todo esto duró mucho tiempo trabajando en una editorial de tanto prestigio, la razón es simple: sus personajes eran los más populares. Cada página salida de sus manos era en verdad oro puro para la editorial y muchos jóvenes dibujantes que se iban incorporando a la plantilla trataron de imitar sin tapujos su novedoso estilo gráfico.

Surgen Mortadelo y Filemón

Uno de quienes empezó así su carrera, fue Francisco Ibáñez. Ingresó en la editorial en 1957, y su talento para el humor directo y violento, combinado con su habilidad imitativa, le deparó una excelente carrera. Un año más tarde creará a sus personajes más célebres, los más vendidos de toda la historia del cómic español: Mortadelo y Filemón. El aspecto de Mortadelo lo tomó Ibáñez de un personaje de la revista argentina Rico Tipo: Fúlmine. La serie nace como una parodia del género policiaco o detectivesco, y la habilidad para el disfraz de Mortadelo encanta a los lectores.

Pronto Mortadelo y Filemón se convierten en los personajes más populares de Bruguera, a los que se irán uniendo a través de los años La familia Trapisonda, Pepe Gotera y Otilio o Trece Rue del Percebe. La dedicación al trabajo de Ibáñez le permitió afrontar la enorme demanda de sus páginas por parte de Bruguera, si bien, muchas veces perdió originalidad y acabó copiando gags y viñetas de otras revistas, puestas a disposición de los dibujantes.

El cuadernillo de aventuras

El cuaderno de aventuras, segundo modelo de revista, era por lo general de formato apaisado, con interior en blanco y negro y cubierta a color, y tuvo una aceptación enorme desde los años cuarenta debido a su bajo precio, como en el caso de las revistas de humor.

Chicos fue una de sus publicaciones pioneras e incluía varias series —por ejemplo, la mítica Cuto de Jesús Blasco.

Cabe señalar, sin embargo, que tras la Guerra Civil sobrevendrá una auténtica avalancha de historietas de aventuras, generalmente dibujadas en estilos inspirados en mayor o menor medida en el cómic estadounidense realista de prensa, que, como vimos, se hallaba también en esa época en su máximo apogeo.

Entre la miríada de autores y personajes que construyen la infancia colectiva de varias generaciones de españoles, se pueden citar como los más relevantes, al Inspector Dan, dibujado por Giner y guionizado por Víctor Mora, entre otros. Fue la única serie realista publicada en Pulgarcito, aunque más adelante también se publicó en cuadernos, y contaba las aventuras de un detective de Scotland Yard enfrentado a casos paranormales.

Víctor Mora y El Capitán Trueno

Víctor Mora también guionizó “El capitán Trueno”, la cual se empezó a publicar en 1956, con Ambrós como dibujante, y presentaba las aventuras de un noble en plena Edad Media que recorría Europa desfaciendo entuertos, acompañado de sus fieles Crispín y Goliat y su amada Sigrid.

Los guiones de Mora estaban dotados de una gran imaginación y en las frecuentes luchas de Trueno contra caudillos y tiranos, sublimaba su posición antifranquista de formas indetectables para la censura. El capitán Trueno fue uno de los mayores éxitos comerciales de Bruguera, y se dice que llegó a vender 350,000 ejemplares semanales.

Es también el personaje no humorístico más conocido del tebeo español y su influencia ha sido tal, que El capitán Trueno ha llegado hasta nuestros días, pues en épocas recientes fue protagonista de una película dirigida por Antonio Hernández: El capitán Trueno y el Santo Grial (2011).

Otras creaciones de Mora, variantes más o menos alejadas del héroe original, fueron: El cosaco verde, El corsario de hierro, y, sobre todas ellas, El Jabato. El trabajo de Víctor Mora destacó, además, por el tratamiento de sus personajes femeninos, dotados de un carácter y una independencia inconcebibles en el tebeo de esos años.

Otras series de éxito en España

El cachorro fue otra serie destacada, anterior a El Capitán Trueno. Juan García Iranzo la dibujó entre 1951 y 1960 y contaba las aventuras de un comandante de galeote español que recorría el mundo limpiando los mares de piratas. La serie alcanzó un gran éxito e Iranzo decidió concluirla en 1960, para no dejar que Bruguera la explotara con otros autores, una decisión bastante fuera de lo común en aquella época.

Si bien, en materia de humor el dominio de Bruguera fue incontestable, en el campo de las aventuras juveniles algunas editoriales encontraron fórmulas exitosas para hacerle frente.

Ese fue el caso de Editorial Valenciana, que en 1940 se afianzó con la creación de Eduardo Vañó: Roberto Alcázar y Pedrín. La serie se mantuvo activa hasta 1976 y contaba las andanzas de esta suerte de aventurero español, Roberto Alcázar, y su adolescente acompañante Pedrín, enfrentados a siniestros enemigos del crimen internacional.

En los años cuarenta tuvo su época de mayor éxito, antes del surgimiento de El capitán Trueno y el resto de los personajes de Bruguera, pese a lo cual, siempre mantuvo aceptables ventas.

El paso del tiempo ha etiquetado esa serie como un producto fascista de manera injusta, ya que Roberto Alcázar y Pedrín, como todas las series de su tiempo, empleaba a otras etnias como pérfidos y tontos enemigos, pero nunca hizo apología del régimen de Franco. Debido a esa interpretación, su primer guionista, José Jordán Jover, sufrió represalias tras la Guerra Civil.

La Editorial Valenciana también tuvo entre sus filas a uno de los grandes dibujantes realistas de la época: Manuel Gago, creador en 1944 de otro de los iconos del tebeo: El guerrero del antifaz.

La serie era protagonizada por el hijo de un cacique musulmán que, en los días finales de la reconquista, decide luchar contra los árabes tras morir su madre cristiana a manos de su padre. La serie duró veintiún años y más tarde, en el mundo real, los herederos de Gago mantuvieron una lucha incansable para recuperar los derechos sobre el personaje, hurtados por el editor Juan Bautista Puerto Belda, quien incluso llegó a presentar en el registro de propiedad intelectual un dibujo de Gago como si fuera suyo. Fue quizás el único personaje que pudo hacer frente, en cuanto a popularidad, a las creaciones de Víctor Mora.

Entre los títulos destacados publicados por otras editoriales, se pueden mencionar: Aventuras del FBI (1951-1961), realizadas por varios autores en la editorial Rollán, y las archiconocidas Hazañas Bélicas (1948-1958) de Boixcar, uno de los dibujantes más influyentes en la tradición de dibujo realista.

Existió también un buen número de publicaciones dirigidas al público infantil femenino. Estos «tebeos de niñas» presentaban aventuras de fantasía blanca, donde las protagonistas femeninas reflejaban los valores esperados de las mujeres durante el franquismo: sumisión al hombre, abnegación y fidelidad en el matrimonio. Algunas de las publicaciones más importantes fueron Mis chicas, Florita y sobre todo la colección Azucena de la editorial Toray, publicada entre 1946 y 1971.

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