El sucio color del viento / su origen

SÍNTESIS

No todos los inmigrantes llegan a EEUU en busca del «sueño americano»; muchos se ven forzados a dejar atrás sus raíces sin imaginar siquiera que al llegar a tierra extraña vivirán su peor pesadilla. Fernando Moreno, un exiliado michoacano desarraigado de su pueblo natal por la violencia y la injusticia, despierta un día viéndose acusado de haber cometido uno de los crímenes más abominables de que se tenga memoria en Nueva York. ¿Logrará probar su inocencia mientras él país entero clama pidiendo para él la pena de muerte? Tal vez no está solo en esa titánica lucha, pero solo un milagro podría ayudarlo a desenredar las redes en las que lo tiene atrapado el destino.

ANUNCIO FATAL

Como el simún en el desierto – ese viento abrasador que anuncia desastre y muerte cuando se ve venir -, “el sucio color del viento” presagia desolación, miedo, angustia y muchas otras emociones desoladoras para la víctima que lucha por huir de las garras de la depresión.

Cuando escribí la novela, traté de imaginar cómo podría ser esa lucha para una mujer en cuya mente coexisten los demonios del pasado y los ángeles del presente. Alguien que se aferra al amor como una tabla de salvación y, al mismo tiempo, naufraga en medio de un delirio de persecución devastador, que se va y regresa cíclicamente, anunciándose, como primera señal, a través de una visión confusa y desordenada, bajo cuyo efecto el viento se torna poco a poco de un color gris, oscuro… sucio.

UN ENEMIGO SILENCIOSO

La idea de la historia me llegó a través de un sueño enmarañado y confuso en el cual me vi tratando de ayudar a una chica que sufría de abuso y maltrato; a partir de ahí, intercalando ideas y vivencias de la vida real con los pasajes de ese sueño, poco a poco fui redondeando la trama. Durante ese proceso, tuvo mucho que ver una imagen que vi una vez en una revista, siendo niño todavía, y por alguna razón permaneció grabada en mi mente hasta la edad adulta.

Era la fotografía en blanco y negro de una mujer en la antesala en un consultorio psiquiátrico. Esa persona, evidentemente afectada de depresión aguda, se hallaba sentada en una silla con la cabeza inclinada, como estrujándose las manos en medio de las rodillas (con algún parecido a la presentada en esta nota). A primera vista, la escena me causó un gran impacto. Era realmente la imagen viva de la desolación y, sin necesidad de palabras, capté en ella un mensaje triste, sombrío y sobrecogedor.

TERCERA PIEZA DEL ROMPECABEZAS

En ese collage de ideas, vinieron también a mi mente escenas de una película de los años ochenta del director estadounidense Wes Craven: “Gente detrás de las paredes”, la cual trata sobre una pareja diabólica y demente que mantiene encerrados de por vida en el sótano, hasta alcanzar la edad adulta, a un grupo de niños que al final cobran venganza. Ese thriller del género de terror aborda una variante de lo que hoy se conoce como “trata de personas” y me ayudó a visualizar lo aberrante que puede llegar a ser la conducta humana en las sociedades modernas.

El sueño, la fotografía y la película fueron imágenes mentales, ideas aisladas, más lo que realmente llegó a tomar un papel preponderante en el curso de la novela, a medida que me adentraba en el desarrollo de la trama, fue un terrible padecimiento, real y palpable, que afecta a muchísimas personas en todo el mundo y año tras año cobra un gran número de víctimas: la depresión.

La misma frase que da título a la historia hace referencia a la visión de la víctima, afectada de depresión aguda, cada vez que los fantasmas del cruento e imborrable pasado que se esfuerza por olvidar, reaparecen y cobran vida en su mente. “El sucio color del viento” aparece en la historia como un signo y se vuelve una señal, una advertencia o un aviso de la aparición o del regreso del inquietante enemigo.

LUCHA CAÓTICA EN UN MUNDO CAÓTICO

Y una vez que el lector conoce a fondo los hechos desgarradores que han condicionado la actuación de los personajes principales en el tiempo presente, empieza a comprender el porqué de sus acciones y se da cuenta de lo dramática y devastadora que puede ser una lucha de esa naturaleza. El desenlace refleja los estragos de la autoestima dañada por el abuso y la violencia extrema, capaces de abrir la puerta al silencioso enemigo y empujar a su presa hacia el delirio… y muchas veces a la locura o al suicidio.

Empecé a escribir «El sucio color del viento» en el año 2000 – una época en la cual, la criminalidad, la corrupción y la inseguridad, no habían alcanzado los índices actuales en México; tampoco los feminicidios eran cosa corriente, como ha llegado a ser por desgracia en años recientes – y la ambienté en Nueva York para poner de manifiesto dos temas que lamentablemente no se han superado por completo: la xenofobia y la discriminación racial.

La novela pone de relieve, de manera cruda y descarnada, la conducta humana en sus facetas más abyectas y oscuras y, al mismo tiempo, deja constancia de cuan noble y valiosa puede ser la actuación de los seres humanos que, en todos los ámbitos y en todas las épocas, se aferran a sus valores y luchan por la verdad contra viento y marea.

CONCLUSIÓN

En algunos pasajes de la historia adquieren protagonismo ciertas facetas de la conducta delictiva muy en boga en la sociedad actual, tales como la violencia intrafamiliar, la impunidad, la corrupción y el tráfico de influencias. Si bien, este tipo de fenómenos no parecen ser tan críticos en un país auto erigido como el paladín de la justicia, no se trata de circunstancias necesarias para la trama, sino de hechos y situaciones de la vida diaria cada vez más comunes en las grandes urbes. Y suceden en New York y en cualquier parte del mundo.

Finalmente, quienes gustan de leer entre líneas quizás podrían encontrar una moraleja escondida (si se le quiere llamar así) en el contexto general de la historia.

De ser así, podrían toparse con una convicción personal un tanto pasada de moda en la literatura actual: “a pesar de todas las adversidades, al final el bien prevalecerá sobre el mal y la verdad derrotará a la mentira”. Eso sí, como bien lo refleja la trama y los personajes, no sin pagar un precio.

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