¿Cómo se forma un lector? Igual que un jugador de ajedrez.

Descubrir la belleza de las combinaciones brillantes que es posible crear sobre un tablero en el desarrollo de una partida ajedrecística, nos atrapa y nos enamora en cuanto percibimos sus inmensas posibilidades. Del mismo modo, la lectura auténtica, una vez que se explora y se accede a ella, más que un hábito placentero, puede llegar a convertirse en una aventura de horizontes inimaginables.
En ajedrez hace falta quien nos inicie, nos explique las reglas y juegue con nosotros y en la práctica de la lectura ocurre lo mismo; si bien la costumbre de leer no se enseña, se contagia, igualmente debe cumplir ciertas reglas. De ahí la importancia de que los padres les lean a sus hijos desde temprana edad, dándoles así ejemplo vivo de la aplicación de las reglas gramaticales.

Se aprende a jugar ajedrez jugando, lo mismo que se aprende a leer leyendo. En ambos terrenos solo hace falta iniciarse, el aprendizaje, el dominio y finalmente la maestría, se van adquiriendo poco a poco, bien sea en el conocimiento y aplicación de tácticas y estrategias por el lado del juego, como en la comprensión y manejo del lenguaje escrito en la mente, por el lado de la lectura.
Para cualquier país no solo representa un problema cultural el número de habitantes que no saben leer, también lo es el inmenso número de personas que saben leer y no han desarrollado el hábito de la lectura. Esto es porque si no se dominan las diferentes funciones del lenguaje, el modo de hablar, de escribir y de pensar será limitado, evidencia inobjetable de un nivel cultural pobre, más allá del grado de preparación académica.
Un lenguaje torpe y mal ejecutado denota falta de recursos a primera vista, sea que se plasme en un discurso, en una carta de negocios, en un comentario en las redes sociales o en un simple mensaje de texto en el celular.

Dado que la manifestación más plena y completa del lenguaje se encuentra en los libros, es esta la mejor vía – si no es que la única – para conocer su amplitud, su riqueza, su complejidad léxica y estructural, entre muchas otras características.
Por tanto, adentrarse en los libros es adentrarse en el dominio del lenguaje y adquirir al mismo tiempo la capacidad inherente de conocer el mundo (en sentido geográfico, social, comercial, cultural, etc.) y entenderlo mejor.
Hagámoslo, puede ser un inmejorable propósito de Año Nuevo. Nunca es tarde para empezar. Como recompensa, nos daremos cuenta de que el conocimiento, lo mismo que la ignorancia, no se pueden ocultar.