PILOTE: PRIMER HITO EN EL CAMINO

Pilote se constituyó en la vanguardia del cómic europeo en los años sesenta y en la década siguiente, por pura lógica cultural, se convirtió en la publicación canónica del mercado francés.
La revista fue creada por los experimentados guionistas de cómics Goscinny y Charlier, y los artistas Albert Uderzo y Jean Hébrard. La idea de Pilote nació a finales de 1958, inicialmente por iniciativa del publicista François Clauteaux, y más tarde con la ayuda de cinco hombres de la prensa y la industria del bande desinée que tuvieron la idea de crear una revista para jóvenes.
Tras la publicación de varios números 0, anunciados en Radio Luxemburgo, Pilote debutó propiamente el 29 de octubre de 1959. Fue comercializada por Radio-Luxemburgo y contaba con editoriales escritos por personalidades populares de la radio de la época. Los 300.000 ejemplares del primer número se agotaron en un día.
La publicación se convirtió rápidamente en una auténtica revista para jóvenes y presentaba artículos de los mejores periodistas de la época, como Lucien Barnier, los mejores deportistas del momento, como el futbolista Just Fontaine o el atleta Abdou Seye, y portadas que privilegiaban las fotografías sobre los dibujos.

A fines de los años sesenta la revista vivía su edad de oro, sin embargo, el año 1972 marcó el fin de la «alegre banda de amigos» que se había establecido en Pilote, con Reiser y Cabu yéndose a la revista Hara-Kiri, y en particular con la creación de la revista L’Écho des Savanes por parte de Claire Bretécher, Marcel Gotlib, y Nikita Mandryka en mayo de 1972, todo lo cual supuso una verdadera ruptura.
METAL HURLANT, UN PASO ADELANTE
Era el momento de dar un nuevo paso, de lo cual se encargó el colectivo Les Humanoïdes Associés (Los Humanoides Asociados), constituido en 1974 por Jean-Pierre Dionnet, Bernard Farkas, Philippe Druillet y Jean Giraud.

Al año siguiente lanza una revista que se convertirá en mítica: Metal Hurlant. Entre sus objetivos están romper con las encorsetadas reglas de la historieta clásica destinada a los niños y lanzarse a la experimentación gráfica sin cortapisas editoriales, integrándose al mercado con total naturalidad.
Metal Hurlant no tarda en llenarse de excesos y audacias sin cortapisa alguna, y desarrolla dos géneros hasta entonces marginales en el cómic francés: la ciencia ficción y la fantasía. Dirigida a un público joven, pero ya adulto, no hay tantos límites de censura. Se advierte además en muchos autores de la revista, cierto discurso político, intenciones ideológicas implícitas que, a través de las parábolas en clave fantástica, reproducen los discursos del no tan lejano mayo del ’68 y los agudos conflictos sociales que convulsionaron al país entero.
No obstante, el clima de libertad que se respira en esas páginas da cabida a autores venidos de otros países, rompiéndose así la endogamia centrada en el binomio Francia/Bélgica. En Metal Hurlant publican los estadounidenses Richard Corben y Bernie Wrightson, el italiano Milo Manara, el argentino Juan Giménez y el chileno nacionalizado francés, Alejandro Jodorowsky.

Este último y Jean Giraud no tardarán en convertirse en los autores principales de la publicación y los que de alguna manera marcarán su ritmo e influirán a autores más jóvenes.
Jodorowsky, uno de los artistas más polifacéticos y controvertidos del siglo XX, vivió en París durante los años cincuenta, pasó después un largo período en México y volvió a Francia en 1974, e ingresó en el colectivo de Los Humanoides Asociados poco después de su fundación. Dramaturgo, escritor, marionetista, pintor y, ahora, guionista de cómics, Jodorowsky supuso un terremoto en la manera de afrontar la historieta.
MOEBIUS, EL SURGIMIENTO DE UN GENIO
Sus primeros cómics con Jean Giraud, ya transmutado en Moebius, son densos, extraños y llenos de símbolos, y supusieron una ruptura brutal con los cánones habituales en el género de aventuras, al dotarlo de un trasfondo inédito. Giraud, lector compulsivo de ciencia ficción, ve la ocasión perfecta para soltarse y dibujar con una libertad que no podía tener en El teniente Blueberry, sometido a estrictos códigos editoriales.

Bajo la investidura de Moebius empieza a depurar el trazo, a experimentar con el color y a jugar con los espacios y las reglas de la perspectiva. Con ello se convierte en uno de los más influyentes artistas de su tiempo. Blade Runner o Alien, filmes de los cuales se convierte en el verdadero artífice, jamás habrían sido lo que fueron sin él.
Moebius publica The Long Tomorrow en 1975, con guion de Dan O’Bannon, y la pentalogía de Arzach. Su obra en solitario más recordada es Le garage hermétique (El garaje hermético), de 1979. Con Jodorowsky publicó primero una historia corta experimental, Les yeux du chat (Los ojos del gato), y después una larga saga, L’incal (El incal), que cubre toda la década de los ochenta y que cuenta la historia del detective John Difool y sus viajes a un mundo fantástico donde se enfrenta a extraños personajes. De aquella saga deriva La Caste des Méta-Barons (La casta de los Metabarones), que bajo la influencia del Dune de Frank Herbert, narra las crónicas de diferentes generaciones de una estirpe de guerreros. Esta saga se publica ya en los años noventa, y sin Moebius en la parte gráfica, de la que se encargan diferentes artistas.

La influencia de Moebius y Metal Hurlant fue enorme. Su labor desató un boom de la ciencia ficción sin precedentes, encontrando en el cómic su hábitat perfecto, por la capacidad de mostrar cualquier ambiente o «efecto especial» sin barreras de ninguna clase. Y su influencia trasciende, pues en 1977 se empezó a publicar en Estados Unidos “Heavy Metal”, la versión estadounidense de la cabecera francesa. España fue uno de los mercados más influidos por su estilo oscuro y experimental. Autores como Alfonso Font, Josep María Beá o Esteban Maroto realizaron trabajos en esa línea durante los ochenta.
EL TERCER ÍCONO DEL CÓMIC EUROPEO

Un año después de la fundación de Metal Hurlant, en 1975, aparece Fluide Glacial, otra revista de gran importancia para el mercado franco-belga.
Su máximo impulsor y figura más visible es Gotlib, un autor humorístico que orientó la revista a este campo y buscó un público adulto, aunque partiendo de los estilos clásicos de Pilote y Tintin.
Por las páginas de Fluide Glacial fueron pasando muchos de los más importantes autores franco-belgas, como Franquin, Moebius, Alexis y, ya más tarde, Manu Larcenet. Incluso publicó en ella Carlos Giménez, uno de los más grandes y reconocidos autores del cómic español.